Pedro Sánchez ya ha tenido que postponer varias veces su intención de ser Presidente del Gobierno, aunque parece dispuesto a todo por lograrlo. Como en 2016, cuando estuvo dispuesto a las terceras elecciones. Y también en los meses que siguieron a las elecciones del 28 de abril, cuando se veía tan fuerte que no estaba dispuesto a ceder en nada. Sin embargo, esta última postura le condujo a la repetición electoral del 10 de noviembre, con unos resultados que confirman un grave error de estrategia.
Sin embargo, ahora mismo, Sánchez no parece dispuesto a una jugada que dilate
su investidura y que pueda conducir a terceras elecciones, como muchos
españoles temen. Nos encontramos ante un Sánchez que no quiere forzar una
investidura sin los apoyos suficientes, ni siquiera como estrategia de presión,
ya que de resultar fallida comenzaría a correr el tiempo para una nueva
repetición electoral, fatal seguramente para él. Mientras tanto puede seguir
gobernando en funciones.
Sánchez ha descartado el escenario de las terceras elecciones. Confía y
se aferra a una norma que le designa candidato a la investidura, a la vez que
no establece plazos para la misma. Eso es lo único cierto, el único control que
Sánchez mantiene ahora mismo, el de decidir cuándo ir a la investidura.
Posponiéndolo infinitamente hasta que las negociaciones con ERC vean un camino
claro de éxito.
A la vista de todo esto el ciudadano de a pie puede deducir que sobre
pocas cosas tiene ya un supuesto control el candidato Pedro Sánchez. Los
acontecimientos y su camino hacia la Moncloa dependen de la cantidad de concesiones
que pueda hacer a ERC, habiendo asumido ya muchas en clave de retórica. Así
pues, la posición de tensión en la que se ha situado a la Abogacía del Estado,
que ha de pronunciarse sobre la supuesta inmunidad de Oriol Junqueras, no tiene
precedentes.
La presidencia del Gobierno se ha convertido en un elemento más del
complicado panorama del independentismo catalán. Fuentes de la
negociación, han expresado sus dudas sobre el alcance del enfrentamiento entre
uno y otro frente. La próxima semana es crucial ya que la posible
inhabilitación de Torra, las dudas de Puigdemont respecto a la convocatoria de
los comicios y su pretensión por apartar a Pere Aragonès para que no sea
presidente en funciones, son elementos conectados entre sí y que amenazan con
alterar los planes de los socialistas.
Nadie pone la mano en el fuego por una investidura antes de Reyes. El
plan inicial de La Moncloa era realizarla entre el 16 y el 19 de
diciembre para evitar este escenario. La intención sigue siendo no jugar con
los tiempos y afrontar una investidura con garantías cuanto antes mejor.
Sánchez se sabe inmune ante una moción de censura y sabe que eso compensa en
parte su dependencia parlamentaria.
Ahora que el PSC – Miquel Iceta- dice lo obvio, que prefiere a ERC antes
que al PP, Sánchez ha asumido el mismo camino. Y asume también a Pablo Iglesias
y sus exigencias como compañero de Gobierno.
Por otra parte, ERC sigue sosteniendo que un apoyo a la investidura de
Pedro Sánchez, sin la autodeterminación y la libertad de Oriol Junqueras, les
pasará factura en Cataluña. Parece además que Puigdemont, con su
acta de eurodiputado y la inmunidad, pasa a un primer plano beligerante. Así
pues, Puigdemont, que ha seguido moviendo los hilos de la política catalana
manejando a su sucesor Quim Torra como un títere y liderando JuntsXCat, opina
que el derecho a la autodeterminación y a una mesa bilateral de negociación
entre gobiernos sin condiciones es fundamental. Sin embargo eso es algo que
choca frontalmente con la Constitución.
Estas exigencias complican el plan de investidura de Pedro Sánchez y
ponen al nacionalismo catalán en una posición de ventaja política. Además,
la CUP ha llamado a «desbordar las calles» si ERC cierra el pacto de
investidura de Pedro Sánchez.
El futuro político de España parece vislumbrarse movido, cuanto menos.
By LFP
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