La Moncloa recibió ayer, miércoles 26, a la delegación de la Generalitat de Cataluña. Nadie recordaba un despliegue protocolario de estas características con ningún otro gobierno regional o extranjero.
La delegación del Gobierno liderada por Sánchez acudía hasta uno de los accesos, por donde tenía que entrar la delegación de la Generalitat, para esperar al president Quim Torra, inhabilitado como diputado.
La mesa de gobiernos que venía reclamando la Generalitat ha mutado a una mesa de partidos en la que hay partidarios del referéndum de autodeterminación sentados a uno y otro lado de la mesa. Entre ellos no estaba ayer Pablo Iglesias, aquejado de una amigdalitis.
La reunión fue larga, como querían en La Moncloa. Y la mayor solemnidad se reservaba para el final, cuando Torra compareció en la sala principal del centro de prensa, reservada para lideres extranjeros.
Después de tres horas de encuentro, el Gobierno y la Generalitat pactaron que la mesa se reunirá todos los meses en Madrid y Barcelona —aunque ya no estarán ni los presidentes ni los vicepresidentes— y pusieron en el comunicado la palabra “acuerdo”, esto es, que se contempla ya al menos como posibilidad. El único límite es que estos hipotéticos pactos “estarán en el marco de la seguridad jurídica”, sin mención expresa a la Constitución. Todas las palabras utilizadas por los dos representantes daban cuenta de un encuentro con posiciones muy distantes pero a la vez con un tono muy alejado de la ruptura. Ambos grupos, pese a la evidente división del independentismo y el ambiente preelectoral en Cataluña, parecen dispuestos a seguir con las reuniones de esta mesa y nadie quiere ser el que rompa el diálogo.
La delegación del Gobierno liderada por Sánchez acudía hasta uno de los accesos, por donde tenía que entrar la delegación de la Generalitat, para esperar al president Quim Torra, inhabilitado como diputado.
La mesa de gobiernos que venía reclamando la Generalitat ha mutado a una mesa de partidos en la que hay partidarios del referéndum de autodeterminación sentados a uno y otro lado de la mesa. Entre ellos no estaba ayer Pablo Iglesias, aquejado de una amigdalitis.
La reunión fue larga, como querían en La Moncloa. Y la mayor solemnidad se reservaba para el final, cuando Torra compareció en la sala principal del centro de prensa, reservada para lideres extranjeros.
Después de tres horas de encuentro, el Gobierno y la Generalitat pactaron que la mesa se reunirá todos los meses en Madrid y Barcelona —aunque ya no estarán ni los presidentes ni los vicepresidentes— y pusieron en el comunicado la palabra “acuerdo”, esto es, que se contempla ya al menos como posibilidad. El único límite es que estos hipotéticos pactos “estarán en el marco de la seguridad jurídica”, sin mención expresa a la Constitución. Todas las palabras utilizadas por los dos representantes daban cuenta de un encuentro con posiciones muy distantes pero a la vez con un tono muy alejado de la ruptura. Ambos grupos, pese a la evidente división del independentismo y el ambiente preelectoral en Cataluña, parecen dispuestos a seguir con las reuniones de esta mesa y nadie quiere ser el que rompa el diálogo.
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