Covid-19 se expande en estos momentos de manera generalizada por el continente africano. Aunque los países han anticipado las medidas sanitarias y económicas los factores de impacto de la pandemia se notarán, sin ninguna duda.
África, que además ya había lidiado con epidemias y plagas y por lo tanto parecía tener experiencia en este tipo de crisis, parecía estar a salvo al principios del año. Sin embargo, este escenario ha cambiado rápidamente en cuestión de semanas y ya sabemos de casos confirmados en casi todos los países africanos. Los cuatro países con más casos detectados son Sudáfrica, Argelia, Egipto y Marruecos. Solo Lesoto y las islas Comoras no han comunicado contagios ni fallecimientos.
Suponemos que el mayor impacto económico se dará sobre los países exportadores de petróleo pero otros factores, como la caída de los ingresos del turismo y el descenso del comercio y de la inversión extranjera, afectarán a la totalidad del continente. Las expectativas de un África con ciclo económico expansivo parecen truncarse, ya que en estos momentos se le augura una caída desde el 3,2% al 1,8% durante el 2020. Ademas, en el escenario más optimista, se reducirá entre 2 y 3 puntos porcentuales el crecimiento de su PIB este año. Todo esto cuando durante 2019 algunas economías africanas habían tenido el mayor crecimiento económico en las comparativas mundiales. Por todo ello, podríamos afirmar que, a estos países, les espera una recuperación de al menos dos o tres años para alcanzar los niveles de crecimiento actual.
El escenario no es muy bueno. El descenso de la demanda mundial de petróleo provoca la disminución de la entrada de dólares (divisas), lo que contribuirá a devaluar las monedas nacionales y repercutirá en otros sectores y empresas relacionadas con el crudo. Además, el turismo, en expansión en los últimos veinte años e importante fuente de creación de empleo, afronta una recesión sin precedentes. A esto hay que unir su fuerte dependencia de las exportaciones que, con el comercio exterior paralizado en estos momentos, son no solo deficitarias sino que estarían acumulando un stock que podría acabar provocando cuantiosas pérdidas.
Por otra parte, se ha especulado sobre si África, al contar con una población joven y una mayor experiencia en el control de pandemias, podría obtener de esto alguna “ventaja” en su lucha contra el virus. Siendo objetivos, no podemos dejar pasar el hecho de que gran parte de esa población registra patologías previas, como malaria, tuberculosis, VIH…, o sufre malnutrición, acceso deficiente al agua...lo cual la coloca en una clara desventaja para hacer frente al virus.
Además, aunque el tiempo de preparación antes de enfrentar a Covid-19 ha sido mayor, las infraestructuras sanitarias de estos países suelen ser deficientes y los sistemas sanitarios, a pesar del confinamiento, se prevé que colapsen muy pronto.
La población que sufre peores condiciones de vida, en ciudades congestionadas, los habitantes del medio rural aislado y sin acceso a agua o sanidad, las mujeres y los confinados en campos de refugiados, entre otros, sufrirán los peores efectos de la pandemia.
Así pues, cualquier observador podría otear que se avecinan cambios geopolíticos. Los países que pugnaban por mantener o incrementar su relevancia económica y estratégica en el continente, estarán muy atentos a las ventajas que la crisis les pueda presentar.
China podría verse fortalecida, en su papel de proveedor solidario de material sanitario durante la crisis. En parte porque la UE, aún en lucha con el virus en sus territorios, está siendo lenta en acudir a socorrer a África, que comienza a necesitar ayuda de manera inmediata. La rapidez será, sin duda alguna, la clave.
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